Psicología y Educación


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Los niños de la escuela Ziegelwasser de Estrasburgo reciben cada día decenas de cartas de aliento de toda Francia. “Ánimo, tardé tres años en dejar de fumar y me costó cuatro dejar de ver la tele”. Y el director del centro no da abasto para atender a los medios de comunicación. Hasta ese punto despierta interés la hazaña que están protagonizando los muchachos del centro: 10 días sin ver la televisión, ni encender el ordenador, ni jugar a la videoconsola. Ahí es nada.

La idea llega de Canadá por primera vez a Europa y tiene el apoyo del Instituto Europeo Eco-Consejo y de la Chambre de la Consomation (asociación de consumidores) de Alsacia. Hasta 254 alumnos de seis a 11 años se han comprometido a no encender la televisión ni la computadora en 10 días, cuatro de ellos sin clase. Tendrán de testigos a sus padres, que han de firmar la veracidad de sus palabras.

Se trata de alcanzar 14.732 puntos entre todos, cinco cada día laborable y siete si la apuesta sigue en pie los miércoles y los fines de semana. No habrá premios ni excursión de fin de curso por ello. “Se trata solamente de vivir esta aventura y de ver si después todo es diferente. Somos conscientes de que el proyecto en Canadá dio buenos resultados, los niños eran menos violentos, decían menos palabrotas, pero no puedo adelantar nada, no sé lo que ocurrirá aquí”, dice el director, Xavier Rémy. Fuera de su despacho, le espera una periodista con una cámara.

“Sólo espero que esto sea bueno para su autoestima, que aprendan a confiar en ellos mismos. Eso es importante. También que los padres se animen, como ahora, a colaborar en el aprendizaje diario de sus hijos”, afirma. “Ellos son conscientes del mal que hace estar tantas horas plantados delante de la televisión”.

Más información: http://www.elpais.com

Hace unos días hablábamos en nuestro blog de un estudio que demostraba la relación entre horas de televisión y bajo rendimiento escolar. Así que muy oportuna esta experiencia para complementar esa información.

niños viendo la televisión.jpgCada niño andaluz menor de 12 años ve una media de casi tres horas diarias de televisión. Uno de cada tres tiene un aparato en su dormitorio sin ningún control paterno y el 40% estudia frente a la pequeña pantalla. Un 37% visiona en compañía de su familia series fuera de horario infantil y dibujos animados con contenidos adultos.

Son algunas de las conclusiones sobre las que pone el acento el Barómetro de Infancia y Televisión en Andalucía, encargado por el Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA). Los analistas que han elaborado este informe, así como psicólogos y colectivos de padres consultados, alertan sobre la relación entre el alto consumo televisivo de los niños con su peor expediente académico, con un bajo nivel sociocultural de los padres y con familias menos dialogantes y tutores más autoritarios.

El barómetro, elaborado por el Centro de Análisis y Documentación Político y Electoral de Andalucía (Cadpea), se basa en 1.800 entrevistas de 61 preguntas a familias andaluzas con niños menores de 12 años, según explican Cristina Cruces y María Luisa Pérez, principales precursoras y coordinadoras de este estudio como consejeras responsables de Estudios e Investigaciones, e Infancia, respectivamente, dentro del CAA.

El informe detalla que hay 2,29 televisores por hogar. El 87% está en el salón o sala de estar, aunque el 31,4% de los niños tienen TV en su cuarto. Los niños ven 2,7 horas diarias de TV (más por la tarde entre semana y por la mañana los fines de semana). El 31% de los padres considera elevado este consumo televisivo pero no hacen nada para remediarlo. Doraemon (17,1%), Los Simpson (13,1%) y La Banda (10,3%) son los programas más vistos por los niños, aunque, según el Barómetro, alguno de sus contenidos estén “más bien dirigidos a los adultos”. “La infancia es el sector que más nos preocupa porque son los más débiles y más exigen, por tanto, de nuestra protección”, explica Cristina Cruces, quien añade: “Lo que más me ha llamado la atención es la relación del consumo televisivo con la estrategia educativa de la familia”.

En este sentido, Paloma Baza, profesora de Psicología Evolutiva Infantil de la Universidad de Cádiz, considera una “barbaridad” que los niños vean casi tres horas de televisión diaria y “horroroso” que muchos chavales tengan un aparato en su dormitorio. “La televisión es un factor grave de riesgo en la educación de los niños debido a la invasión de los medios audiovisuales con contenidos pocos recomendables, pero el problema es que no hay control suficiente por parte de los padres”, lamenta. Con todo, afirma no sorprenderse por las conclusiones del informe: “La televisión hace un poco de niñera y si el niño la ve solo accede a contenidos agresivos y a la cultura de la falta de esfuerzo que pueden ser peligrosos, porque son nuestros adultos del futuro”. Para corregir esta situación, espera que este tipo de estudios sirva para “concienciar a los padres de que deben controlar más a los niños y ser el filtro explicativo de algunos contenidos que ven sus hijos”.

En parecidos términos se pronuncia Pilar Trigueros, presidenta de la Confederación Andaluza de Padres y Madres de Alumnos (Codapa): “No es sólo grave que vean tanto la televisión, sino que la vean solos cuando los contenidos no son los más recomendables”. En este sentido, considera “tremendo” que la opción que escoja un niño para entretenerse sea “encerrarse a solas en su habitación para ver televisión”. Asimismo, Trigueros pone especial énfasis en que la televisión “puede deteriorar a la larga la convivencia familiar”.

Fuente: www.elpais.com

Autor: Fernando Pérez Monguió

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1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.

2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.

3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.

4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.

5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.

6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.

7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.

8. Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.

9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres.  El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.

10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.

Autor: Emilio Calatayud (Juez de menores de Granada)

Fuente: http://eumafeag.blogspot.com/

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Audio en inglés

Fuente: El Tao de la Física

adn.jpgParece ser que la felicidad también está en los genes, o al menos eso cree un grupo de expertos que aseguran que nuestro nivel de felicidad en la vida está fuertemente influido por los genes que tenemos al nacer.En la revista especializada Psychological Science, relatan que estos científicos, de la Universidad de Edimburgo basaron su estudio en gemelos y mellizos, y sugieren que los genes podrían controlar la mitad de los rasgos de la personalidad que nos proporcionan felicidad. La otra mitad está vinculada al estilo de vida, la carrera profesional y las relaciones.

A pesar de este importante hecho, si nuestros genes no están mucho por la labor de hacernos felices, podemos entrenarnos para estar más contentos, aseguran los investigadores.

Para llegar a estas conclusiones se analizaron 900 pares de mellizos, debido a que los gemelos idénticos son genéticamente iguales mientras que los mellizos no lo son, y de este modo, era posible comparar los dos grupos para calcular qué grado de influencia tiene la genética en un rasgo particular. Las tres variables analizadas eran la tendencia a no preocuparse, si eran sociables y concienzudos.

Las diferencias entre los resultados entre gemelos y mellizos sugiere que esos rasgos estaban en un 50% influidos por factores genéticos.

“Aunque la felicidad está sujeta a un amplio rango de influencias externas hemos encontrado que hay un componente hereditario de felicidad, que se explica totalmente por la arquitectura genética de la personalidad”, asegura el doctor Alexander Weiss, encargado de la investigación.

Autor: Carlos Martín

Fuente: www.novaciencia.com  

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El cerebro es algo mucho más maleable de lo que la gente suele pensar, está cambiando todo el tiempo. Una de las áreas que se modifica constantemente es el de las sinapsis, es decir las conexiones entre neuronas, que son alteradas a medida que se reciben estímulos. “Mientras estás despierto la conexión entre neuronas se hace más fuerte y eso es bueno, porque así aprendes” dijo el Dr. Tononi, de la Universidad de Winsconsin.

Sin embargo estas conexiones fuertes son insostenibles a largo plazo, ya que requieren de mayor energía y material, pero existe un límite de cuánto de ambos está disponible. Sinapsis más fuertes son también más grandes, pero el cerebro no puede continuar creciendo y haciéndose más denso. “Si las sinapsis aumentan porque aprendes, llegará un punto en el que no puedas continuar con el proceso” dijo Tononi. Es por esto que se hipotizó que durante el sueño las conexiones sinápticas se hacen más débiles, manteniendo la fuerza relativa entre ellas: las que fueron utilizadas permanecen más fuertes que las que no.

Este proceso de debilitamiento es fundamental al dormir, ya que es lo único que permite que se continúe aprendiendo. Sin embargo su teoría va en contra de otra, que sostiene que los circuitos cerebrales que estaban activos mientras se estaba despierto se reactivan durante el sueño, consolidando el aprendizaje haciendo estas sinapsis más fuertes.

Los científicos de Winsconsin produjeron resultados experimentales en ratas que confirmarían sus hipótesis. Encontraron que en general las sinapsis de las ratas son más fuertes luego de períodos despiertas que de sueño. Midieron la presencia de un neuro-receptor en las sinapsis y determinaron que había un 50% menos en las ratas que habían dormido. El Dr. Tononi dijo que después de dormir “obtenemos un cerebro capaz de aprender, hay una ganancia en términos de energía, espacio, y recursos, y estás listo para aprender nuevamente.

Fuente: www.genciencia.com

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En este tiempo de charlatanes, psíquicos, energías telúricas, manuales de autoayuda y profetas de la felicidad inmediata, un poquito de seriedad en el tratamiento de temas relacionados con la Psicología, disciplina que ya se define a sí misma como científica, es de agradecer. Si quieres consultar un blog de divulgación psicológica seria y fundamentada en la investigación actual, en español, aquí lo tienes:Psicoteca.

En la dirección web:

http://psicoteca.blogspot.com

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Revisión divulgativa de los psicólogos, Francisco J. López Gutiérrez y David Luque Ruiz. Ambos trabajan en el Grupo de Cognición Causal de la Universidad de Málaga ( http://causal.uma.es/) investigando los mecanismos psicológicos responsables del aprendizaje de relaciones causales. Además, investigan cómo se usa el conocimiento causal para tomar decisiones en entornos profesionales.
La revisión ha sido publicada en nuestra Revista Digital de Ciencias. Para consultar el artículo haz clic aquí.

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Dado que sabemos que muchos de nuestros adolescentes no duermen lo debido, hemos encontrado esta noticia que todos intuíamos y que ahora es demostrada científicamente:

Hace mucho tiempo que se supone que la privación del sueño puede causar estragos en nuestras emociones. Ahora existe una base neurológica para esta teoría, según la nueva investigación desarrollada por la Universidad de California en Berkeley y la Academia de Medicina de Harvard.

En la primera investigación neurológica sobre qué sucede ante la privación del sueño en las regiones cerebrales vinculadas a las emociones, los resultados hacen pensar que mientras una buena noche de descanso puede regular nuestro ánimo y ayudarnos a afrontar los desafíos emocionales del siguiente día, la privación del sueño hace todo lo contrario, incrementando excesivamente la actividad en la parte del cerebro más estrechamente conectada a la depresión, la ansiedad y otros trastornos psiquiátricos.

“Casi es como si, sin el sueño, el cerebro regresase a los modelos más primitivos de actividad, siendo incapaz de poner en su contexto las experiencias emocionales y de producir respuestas controladas apropiadas”, explica Matthew Walker, director del Laboratorio de Neuroimágenes y del Sueño de la Universidad de California de Berkeley y uno de los autores del estudio.

El fenómeno se debe, según los resultados del estudio, a que la amígdala, la región del cerebro que alerta al cuerpo para lograr que se proteja en situaciones de peligro, pasa a trabajar con un nivel excesivo de actividad ante la carencia de sueño. Por consiguiente, esto entorpece la labor de la corteza prefrontal que controla el razonamiento lógico, y se impide la descarga de sustancias químicas tranquilizantes, necesarias para calmar los reflejos psicológicos de alarma vinculados al instinto de supervivencia.

Por ejemplo, en condiciones normales, si la amígdala reacciona fuertemente a una película violenta, la corteza prefrontal le permite al cerebro tener claro que la escena es sólo una ficción y que debe calmarse. Pero en el cerebro privado de sueño, la corteza prefrontal pierde influencia, en tanto que la gana el locus coeruleus, la parte más antigua del cerebro, la cual se ocupa de liberar noradrenalina que le permita al sujeto protegerse de las inminentes amenazas para la supervivencia que asume se están desencadenando, una situación de falsa alarma que produce riesgos para la salud mental.

Los resultados del estudio han sentado las bases para investigaciones futuras sobre la relación entre el sueño y las enfermedades psiquiátricas. La evidencia clínica ha demostrado que en casi todos los trastornos psiquiátricos está presente alguna forma de alteración del sueño.

Empleando imágenes obtenidas por Resonancia Magnética Funcional (fMRI, por sus siglas en inglés), Walker y su equipo encontraron que la amígdala, también fundamental para el procesamiento de las emociones, se ponía un 60 por ciento más activa en respuesta a los estímulos visuales negativos (cuerpos mutilados y otras imágenes impactantes) en los participantes del estudio que habían permanecido despiertos durante 35 horas continuas. En cambio, el examen por fMRI del cerebro de quienes disfrutaron de una noche de sueño en sus propias camas, mostró una actividad normal en la amígdala.

Fuente: http://www.electronicafacil.net/ciencia/Article12050.html

Investigadores de la universidad de Kyoto realizaron un experimento en el que se mostraba una pantalla con los números del 1 al 9; luego los números se transformaban en rectángulos blancos, y se debía ir apretando sobre cada uno en orden. Primero se mostraban por un lapso de 650 milisegundos tanto a chimpancés jóvenes como a estudiantes universitarios y ambos obtuvieron un 80% de aciertos. Luego fueron reduciendo el tiempo, hasta 210 milisegundos, en los que los humanos obtuvieron un 40% de aciertos mientras que los chimpancés mantuvieron el 80%.

El tiempo era tan poco que no alcanzaba siquiera para poder observar toda la pantalla, por lo que se supone que los chimpancés disponen de algún proceso equivalente al de la memoria fotográfica en humanos, y es por esto que podía retener la información a pesar de haberla visto por un instante solamente. Curiosamente los niños obtienen porcentajes de aciertos similares al de los chimpancés por lo que se especula con una capacidad que se va perdiendo a través de los años, quizás por el desarrollo de otras habilidades racionales.

El experimento se realizó con 3 pares madre-hijo de simios; primero se los entrenó a reconocer los números y poder ordenarlos en forma creciente. Posteriormente se realizó el experimento de ordenamiento luego de haber visto los números por un lapso muy corto de tiempo y se observó que los simios más jóvenes siempre obtenían mejores resultados que sus madres. Una de las investigadoras destaca que el estudio se centra en la memoria de los primates y no en su capacidad de reconocer números; el mismo experimento se podría haber realizado con objetos de cualquier forma. Los investigadores suponen que la ventaja en percepción de los simios puede haber sido retrasada en los humanos por la interferencia del conocimiento del conteo.

A partir de este estudio se disparan varios interrogantes. Conociendo las similitudes en cuanto a la memoria con antepasados, se puede comprender el camino evolutivo de cada una de las especies. Además se plantea un interrogante muy profundo: “¿Somos inteligentes porque hablamos, o hablamos porque somos inteligentes?”

Fuente: www.genciencia.com

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