Astrofísica


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Un equipo de investigadores liderados por el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) ha logrado detectar naftaleno, una molécula clave para el desarrollo de la vida, en el espacio, a 700 años luz de la Tierra.

Esta molécula es una de las de mayor complejidad halladas hasta la fecha en el medio interestelar. El naftaleno, combinada con agua, amoníaco y la radiación ultravioleta, produce una gran parte de los aminoácidos fundamentales para el desarrollo de la vida.

Su detección sugiere que una parte importante de los componentes clave en la química prebiótica terrestre podrán haber estado presentes en el material a partir del cual se formó el Sistema Solar.

Los investigadores del IAC Susana Iglesias Groth, Arturo Manchado y Aníbal García, en colaboración con Jonay González, del Observatorio de París, y David Lambert, de la Universidad de Texas, acaban de publicar estos resultados en la revista especializada ‘Astrophysical Journal Letters’.

Esta molécula clave para el desarrollo vital se ha descubierto en una región de formación estelar de la constelación de Perseo, en dirección a la estrella Cerenis 52. Susana Iglesias Groth, investigadora del IAC, explicó el lugar donde fue hallada: “hemos detectado la presencia de naftaleno en una nube de material interestelar a unos 700 años luz de distancia de la Tierra”.

La investigadora Iglesias Groth añadió que se pretende “investigar si existen otros hidrocarburos más complejos en esa misma región y también la presencia de aminoácidos”.

Más información: http://www.elmundo.es

Una noche de junio de 1997 los científicos del radiotelescopio de Green Bank, en West Virginia, recibieron una señal que sobresalía notablemente de las demás. Trabajaban para el famoso proyecto SETI, puesto en marcha por el científico y divulgador Carl Sagan, con el objetivo de buscar vida inteligente en el Universo. El encuentro resultó fallido (y quedará acaso para una cuarta fase) pero por unas horas los responsables del programa de búsqueda, realmente creyeron que asistían al descomunal bombazo de un contacto con una civilización extraterrestre.

El siguiente vídeo te lo cuenta todo, incluido los detalles del fallido desenlace.

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Fuente: Fogonazos

a ras de cielo.jpgDavid Galadí-Enríquez nació en Córdoba (España) en el año 1969. Su interés por la Astronomía comenzó cuando era muy  joven, gracias a la lectura de las obras de Josep Comas Solà y de Carl Sagan. Observa activamente el firmamento desde la edad de catorce años. Cursó sus estudios de licenciatura en física (1987-1992) en las universidades de Granada (primer ciclo) y Barcelona (segundo ciclo). Ejerció como profesor de bachillerato en Barcelona. Posteriormente inició su trabajo como investigador predoctoral en el Departament d’Astronomia i Meteorologia de la Universitat de Barcelona, con una tesina sobre fotometría de asociaciones estelares y una tesis doctoral (defendida en 1998) sobre astrometría y fotometría de cúmulos estelares abiertos.  Ha sido profesor asociado en la Universitat de Barcelona, donde
ha impartido asignaturas de Astronomía observacional, programación y Física teórica. Posteriormente ejerció como investigador contratado en el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), en Torrejón de Ardoz (Madrid) y en el Instituto de Astrofísica de Andalucía  (CSIC). En la actualidad ejerce como astrónomo técnico y responsable de  comunicación del Centro Astronómico Hispano Alemán (Observatorio de Calar  Alto), Almería. Sus áreas de especialización son la astrometría y fotometría estelares, agrupaciones estelares, calidad del cielo, contaminación lumínica, observación  astronómica robotizada y fotometría espacial. Ha publicado cuatro libros de divulgación de la Astronomía y un manual universitario de Astronomía para el primer ciclo de las licenciaturas de ciencias. Es miembro de la Unión Astronómica Internacional, la Sociedad Española de Astronomía, la Agrupación Astronómica de Córdoba, Cel Fosc: Asociación contra la Contaminación Lumínica, y de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico.

David ha tenido la gentileza de enviarnos uno de sus artículos de divulgación en el que nos invita a algo que nuestros antepasados han considerado imprescindible: mirar al cielo. Por supuesto, como científico que es, la mirada a la que se refiere es una mirada inteligente, llena de interrogantes y respuestas, una mirada realizada con los ojos del intelecto.

El artículo lo tienes a tu disposición haciendo un clic aquí.

Su libro más reciente es un libro de divulgación, “A ras de cielo” que podríamos definir como una guía de Astronomía cotidiana. Muy recomendable.

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La sonda Phoenix, estacionada en la región polar de Marte, no ha hallado la más mínima señal de agua en su primer análisis del suelo marciano. Pero los científicos no han perdido la esperanza de encontrarla. En absoluto. Hasta ahora, la pala excavadora de su brazo articulado sólo ha cavado hasta los siete centímetros, según informa la NASA. Y la esperanza está en nuevas pruebas a 20 centímetros de profundidad.

La Phoenix realizó dos zanjas, bautizadas como Dodo y Goldilocks, que quedaron luego unidas en una sola de unos 22 centímetros de ancho y 35 de largo. Cogió una muestra de terreno con la pala excavadora y la depositó en un pequeño horno para calentarla y analizar los vapores generados. La maniobra ha traído de cabeza a los ingenieros, porque la muestra se quedó apelmazada durante varios días en la rejilla que protege la entrada del horno. Por fin se logró que pasaran unos granos hasta el analizador. Los científicos creen que su exposición prolongada al Sol pudo eliminar cualquier rastro de agua.

El horno primero ha calentado la muestra hasta 35 grados centígrados y luego hasta 175 grados, con resultado negativo en cuanto a agua en ambos casos. Ahora, el plan es elevar la temperatura hasta los 1.000 grados, para ver si se vaporizan minerales que pudieran tener algún enlace con el agua, lo que se interpretaría como indicio de que el terreno allí ha estado en contacto con ella.

Mientras tanto, los científicos están también intrigados con un material brillante que se ve en las imágenes que toma la sonda Phoenix donde ésta ha excavado, pero de momento no saben si es hielo o sal.

Fuente: www.elpais.com

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Nuevas imágenes obtenidas por el telescopio espacial Spitzer de la NASA han arrojado luz sobre la verdadera estructura de la Vía Láctea. Las instantáneas han revelado que la galaxia tiene dos brazos principales de estrellas en forma de espiral, y no cuatro, como durante décadas se había pensado, informa la agencia espacial en su página web.

Un equipo de científicos estadounidenses se ha servido de las imágenes infrarrojas del Spitzer, capaz de traspasar el polvo, para obtener información detallada del denso y alargado bulbo de estrellas que la Vía Láctea posee en su centro. Los científicos, gracias a 800.000 instantáneas, han observado que el bulbo se extiende más allá de lo que se creía hasta ahora.

Según los primeros modelos de la estructura de la galaxia, basados en las observaciones de gases, ésta tenía cuatro brazos principales de estrellas, denominadas Norma, Scutum-Centauro, Sagitario y Perseo, informa la NASA. Ahora el grupo de Benjamin ha constatado una densidad estelar mayor en Scutum-Centauro y Perseo que no aparece en el caso de Sagitario y Norma, lo que confirma que la Vía Láctea está compuesta de dos brazos únicamente: Scutum-Centauro y Perseo, señaló el investigador Robert Benjamin, de la Universidad de Wisconsin, en EE UU. Los brazos menores (Norma y Sagitario) están compuestos principalmente de gases y pequeñas zonas de formación estelar.

Repensar la galaxia

Benjamin asegura que el Spitzer “ha aportado un nuevo punto de partida para comenzar a repensar la estructura de la Vía Láctea”. El científico, que ha presentado los resultados en una rueda de prensa durante un encuentro de la Sociedad Astronómica Norteamericana en St. Louis, indicó que los astrónomos “revisarán la imagen que tenían de la galaxia al igual que los antiguos exploradores corregían continuamente el mapa del mundo”.

“Durante años, se crearon mapas de toda la galaxia basadas en estudios parciales o empleando solo un método. Por desgracia, cuando se compararon las figuras de distintos grupos de estudio, nunca coincidían”, explicó Benjamin. “Ahora podemos unir estos brazos, como si fueran piezas de un rompecabezas y podemos establecer su estructura, posición y ancho por primera vez”, agregó.

Fuente: http://www.elpais.com

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Tras un viaje de nueve meses, la sonda estadounidense Phoenix se ha posado con éxito en Marte esta madrugada -a la 1.53 hora española- para buscar hielo en los polos del planeta rojo e indicios químicos de una potencial forma de vida primitiva. La Phoenix, que fue lanzada el 4 de agosto de 2007, es la primera nave que se posa en el ártico marciano para una misión de tres meses.

Después de recorrer 679 millones de kilómetros, la sonda ha entrado en la alta atmósfera de Marte hacia las 01.31, a una velocidad de 21.000 kilómetros por hora, para iniciar un descenso peligroso antes de aterrizar suavemente siete minutos después, ha informado la CNN en directo desde el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL), en Pasadena, California.

“Ha tocado superficie suavemente, de acuerdo con lo previsto”, han indicado los responsables de la misión entre aplausos y el júbilo del equipo del JPL al comprobar que la nave había superado los denominados “siete minutos de terror”.

Phoenix desplegó sus dos antenas solares unos 20 minutos después del aterrizaje, tras dejar reposar el polvo para evitar que manche los paneles solares. La primera imagen de enviada por la nave, una en que se mostraban sus antenas solares deplegadas, ha llegado a la Tierra dos horas más tarde.

Al igual que sus predecesores, la Phoenix ha usado un escudo térmico para frenar la velocidad de entrada en la atmósfera marciana, y ha desplegado a continuación un paracaídas supersónico para disminuir la velocidad. A continuación, la nave ha encendido sus cohetes retropropulsores que le han permitido posarse con suavidad sobre sus tres pies, en la región de Vastitas Borealis, llano circumpolar que correspondería en latitud, en la Tierra, al norte de Canadá.

Misiones fallidas

Desde el comienzo de la exploración de Marte en los años 70, el 55% de las sondas enviadas al planeta no lograron posarse en él. En diciembre de 1999, el ambicioso proyecto de la Mars Polar Lander se convirtió en desastre cuando perdió el control a gran altitud y se estrelló sin remedio. Nueve años después, la nave automática Phoenix rescata de las cenizas las aspiraciones espaciales al respecto y, tras investigar los fallos de la anterior misión, en principio existen más garantías de éxito, según ha explicado el número dos del proyecto actual, David Spencer.

Ahora, la Phoenix ha contado con mayores garantías en este aspecto y en otros muchos, como en el sistema eléctrico, lo que ha permitido un “viaje muy seguro y tranquilo” desde la Tierra hasta Marte. “Hemos hecho todo lo que podíamos hacer para asegurar que el sistema es lo más robusto posible, ha afirmado Spencer, si bien reconoce que “no hay garantías” para un aterrizaje complicado que puede dar al traste con años de tiempo y dinero.

Fuente: www.elpais.com

 

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Un equipo de astrónomos dice que puede haber encontrado el planeta más joven jamás hallado, estimando una edad de menos de 100 000 años y, tal vez, de apenas 1600 años.

Dicen que esto refuerza una controvertida teoría de que los planeta se forman muy rápidamente, como las estrellas – pero otros astrónomos dicen que el objeto masivo puede no ser un planeta sino una “estrella fallida”, lo cual explica su veloz nacimiento.

Los astrónomos liderados por Jane Greaves de la Universidad de St. Andrews en Escocia usaron el Conjunto Muy Grande de radiotelescopios de Nuevo México, Estados Unidos, y el conjunto MERLIN en Jodrell Bank en el Reino Unido para fotografiar el polvoriento disco alrededor de una estrella llamada HL Tau. Con una edad estimada de menos de 100 000 años, HL Tau está a 460 años luz en la constelación de Tauro.

Dentro del disco, el equipo encontró un denso agrupamiento de materia a una distancia de 65 unidades astronómicas (donde 1 UA es la distancia entre el Sol y la Tierra) de la estrella. El agrupamiento tiene aproximadamente 14 veces la masa de Júpiter

Fuente: http://www.cienciakanija.com/

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Un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descubierto un nuevo planeta extrasolar de pequeñas dimensiones en la constelación de Leo. El hallazgo, que aparece publicado en el último número de la revista Astrophysical Journal Letters, es un paso más para encontrar planetas con una superficie similar a la de la Tierra y a una distancia de su estrella que les permita tener las condiciones adecuadas para albergar vida.

Así lo manifestó ayer Ignasi Ribas, investigador del CSIC, quien, junto a Andreu Font, ha presentado este nuevo planeta, denominado GJ 436c, que es de tipo rocoso, es cinco veces más grande que la Tierra y se encuentra a 30 años luz de ésta. El científico ha augurado que descubrir algún tipo de vida en estos planetas podría ocurrir dentro de una década, aunque en ningún caso se tratará de un “clon” de nuestro mundo.

El astrofísico ha explicado que para que un planeta se defina como habitable debería estar a una distancia de su estrella que le permitiese tener una temperatura adecuada para la vida y, además, disponer de agua líquida en su superficie.

Ignasi Ribas ha destacado que la importancia de su descubrimiento radica en que se trata de un planeta de pequeñas dimensiones, cinco masas terrestres, que podría ser el más pequeño descubierto hasta el momento.

Actualmente sólo se conocen unos cuatro o cinco que superan en casi diez veces el tamaño de la Tierra, a los que se denomina “super-tierras”, pues la mayor parte de los aproximadamente 280 planetas descubiertos hasta el momento son gigantes gaseosos del tamaño de Júpiter.

Técnica novedosa

Además, el hallazgo es también importante porque la técnica utilizada por el equipo español es novedosa respecto a las usadas hasta ahora, pues es el primer planeta encontrado al detectarse las perturbaciones que ejercía sobre otro planeta de su mismo sistema, el de la estrella CJ 436, causando cambios en su órbita.

Según Ribas, esta técnica “tiene una proyección de futuro bastante importante para descubrir planetas pequeñitos que sean capaces de perturbar a otros más grandes”.

Si seguimos la posición del Sol a lo largo de todo un año, desde el mismo sitio y a la misma hora, se dibuja en el cielo una curva denominada analema. ¡Qué preciosidad!
Puedes verlo en el siguiente vídeo:

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Fuente: El Tao de la Física

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Jaime tiene 12 años y cursa primero de la ESO. Al preguntarle por Plutón, reconoce el nombre, pero es tajante en su sentencia: “Ya no se estudia”. Y alega: “No es un planeta”. Su padre, con la natural perplejidad de quien se formó en la extinta EGB, replica: “¿Entonces qué es?”. “Un planeta enano”, aclara Jaime. “¿Qué es eso de planeta enano? O es un planeta, o no es un planeta”, razona su padre.

Jaime está en lo cierto, pero el lío de su padre es comprensible. No es el único enredado en esta aparente contradicción; en el último número de la revista Science, Mark Sykes, director del Instituto de Ciencias Planetarias de Tucson (EEUU), escribe: “La Unión Astronómica Internacional (UAI) define los planetas enanos… pero explícitamente dice que no son planetas, lo que confunde a muchos”.

Víctima inocente

La de Sykes es una de las principales voces que se alzaron cuando, en agosto de 2006, la asamblea general de la UAI aprobó una definición de planeta que expulsaba del selecto club al más lejano, pequeño y helado de los nueve que hasta entonces integraban el Sistema Solar. Plutón no era, en realidad, el objetivo de la votación, pero fue la víctima inocente de un enmarañado cónclave que, tratando de arrojar algo de luz sobre los revueltos cajones taxonómicos de la astronomía, no hizo sino intrincarlos aún más.

La historia tiene su origen en el verano de 2005, cuando el astrónomo del Instituto Tecnológico de California Michael Brown presentó en sociedad a 2003 UB313, un mundo gélido que gira alrededor del Sol a mayor distancia que Plutón y cuyo tamaño es un 10% mayor que éste. El nuevo cuerpo, llamado informalmente Xena y finalmente bautizado Eris, fue saludado en los medios de comunicación como “el décimo planeta del Sistema Solar”.

El acontecimiento obligó a la UAI a dejar de ignorar por más tiempo una definición oficial de planeta. Plutón se había admitido como tal porque, de hecho, había surgido de la búsqueda de un planeta. En 1930, año de su descubrimiento, el número de cuerpos conocidos era mucho menor que ahora, y en un primer momento parecía que Plutón zanjaba las anomalías orbitales observadas en el Sistema Solar, cerrando el elenco planetario. Pero el avance de las ciencias espaciales ha revelado la presencia de otros centenares de objetos bajo la influencia gravitatoria del Sol. Muchos de ellos pertenecen al cinturón de Kuiper, una faja de asteroides situada más allá de Neptuno. De hecho, el propio Plutón pertenece a esta franja, lo mismo que el nuevo Eris. La órbita de Plutón, inclinada respecto al plano de las demás y que en un tramo de su trayectoria invade la ruta de Neptuno, situaba también al noveno planeta en el mismo cajón que Eris. La conclusión para la UAI era obvia: o todos, o ninguno.

Enlace: http://celestia.albacete.org

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