Revista Digital de Ciencias Bezmiliana ISSN:1989-497X

El curso pasado nos visitó, con motivo del X Encuentro de Ciencias Bezmiliana, el director general del Parque Tecnológico de Andalucía (Málaga), Felipe Romera. Expuso la situación actual del Parque que, creemos, constituye uno de los grandes éxitos en el panorama de la innovación tecnológica andaluza de las últimas décadas, si no el mayor. Respecto a sus preocupaciones para el futuro, nos comentó dos: los planes de expansión del Parque, que, en su opinión, pasaban por la formación en nuevas tecnologías, sobre todo la denominada como “cadena de bloques” (blockchain en inglés); y la desigualdad hombre-mujer en la elección de carreras relacionadas con lo que se ha denominado ámbito STEM (acrónimo formado por los términos Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas en inglés).

Respecto a esta última preocupación, sorprende que no se le preste más atención. Un reciente estudio (2018) de la Universidad de Missouri firmado por los científicos Gijsbert Stoet y David Geary, ha establecido la existencia de lo que estos autores han denominado la paradoja de la igualdad de género: cuanto mayor es el nivel de igualdad de género conseguido en determinadas sociedades, menor es la participación de la mujer en el ámbito STEM. Teniendo en cuenta que el sector STEM va a ser primordial en el diseño del futuro y, digámoslo sin eufemismos, determinante en el reparto del poder en las sociedades que van a sucedernos (¿alguien duda que Steve Jobs o Bill Gates han influido sobre nuestras vidas casi tanto como nuestros gobiernos?), se podría estar produciendo la siguiente paradoja: que mientras caminamos en el sentido correcto, acaso socavemos la continuidad de esas políticas. Según el estudio citado, que se puede consultar en su integridad en el enlace, actualmente, las sociedades nórdicas, punteras en las políticas de igualdad, tienen una cuota femenina de graduados STEM de aproximadamente un 20%, frente a sociedades como la argelina con un 41%. En España estamos en las proximidades del 25%, lo que significa que si conseguimos parecernos algo más a ese modelo nórdico tan generalmente valorado como deseable, probablemente iremos hacia un menor porcentaje de mujeres en carreras STEM, es decir, caminaremos hacia atrás en la igualdad de género real del futuro.

Son muchos los estudios que, desde la Psicología, se han dedicado a dilucidar el posible dimorfismo sexual en la estructura de los cerebros y, por tanto, las mentes entre hombres y mujeres. Ya son clásicos los trabajos de Doreen Kimura (una mujer, por cierto) que, groseramente resumidos, arrojan los siguientes resultados: los hombres son ligeramente mejores en razonamiento matemático, procesamiento visoespacial y en habilidades motoras dirigidas a blancos, como por ejemplo la puntería; mientras que las mujeres son ligeramente superiores en el manejo del lenguaje, en cálculo aritmético y en velocidad perceptiva. La propia Doreen opinaba que no era realista esperar una distribución exactamente paritaria en cada una de las carreras universitarias a seguir. Según sus resultados, podríamos esperar algunas diferencias (pequeñas) entre, por ejemplo, filología e ingeniería en ese reparto. A partir de los trabajos pioneros de esta científica se han sucedido muchos estudios sobre este tema que analizan, desde la complejidad del objeto de estudio, la relación entre diversas estructuras cerebrales y el rendimiento diferencial en tareas específicas. El resumen de todos esos estudios se puede formular así: las diferencias encontradas nunca establecen la superioridad de un sexo en términos absolutos (predomina un sexo u otro según la tarea específica que se someta a investigación) y el nivel de esas diferencias es siempre pequeño, cuantitativamente considerado.

Es decir, no  hay diferencias importantes entre la estructura cognitiva básica de hombres y mujeres. Aunque quizás sí en sus motivaciones. Esto explicaría que en ámbitos del conocimiento como el de la Psicología, donde la proporción femenina en España es actualmente ya preponderante, no ocurra lo mismo en puestos de alto estatus académico, representación o directivos. El hombre actual está más motivado que la mujer actual hacia esas finalidades. Pero, precisamente, las pirámides motivacionales son el aspecto de la mente más conformado culturalmente y ahí creemos que está el núcleo del problema: la realidad actual responde a la influencia cultural ancestral, que ha devaluado el papel de la mujer. Un estudio de 2017, realizado en colaboración entre las Universidades de Princeton, New York e Illinois, ha investigado la emergencia del patrón de inferioridad femenina con la edad: ya a los 6 años las niñas empiezan a verse a sí mismas como menos brillantes que los niños. En las sociedades de bienestar e igualitarias, que aún no han conseguido cambiar estos aspectos tan sutiles del condicionamiento cultural, estas tendencias se manifiestan con mayor nitidez en la libre elección de las mujeres que en una sociedad, como la argelina, en la que una mujer educada y fuertemente motivada a salir de su papel secundario (minoritaria en el conjunto social, por supuesto) opta con mayor frecuencia por carreras STEM, proporcionando así una explicación al paradójico efecto ya comentado más arriba.

En definitiva, si no se abordan los factores culturales y el papel que los estereotipos de género tienen en el desarrollo de la autoimagen y las expectativas profesionales de las mujeres, el actual camino hacia la igualdad puede verse minado desde dentro. Un estudio de 2014, dirigido por Eva Aladro, de la Universidad Complutense, ha analizado la distribución de noticias científicas en los grandes periódicos españoles y sus diferencias de género. Sus resultados son: el 2,26% de las noticias de estos diarios durante el periodo investigado se refieren a ciencia; y, de este porcentaje, el 14,3% trata de científicas, el 70,7% a científicos y el 15% restante muestra a científicos y científicas. ¿Cuántos españoles sabríamos decir el nombre de algunas científicas de nuestro país de prestigio internacional? ¿Cuáles son los referentes públicos y los modelos públicos de mujeres con éxito en el ámbito STEM que pueden inspirar a otras mujeres, especialmente en edades escolares? Puede argumentarse que los resultados de ese estudio reflejan el hecho de que hay más científicos importantes y dignos de atención mediática que científicas, pero esto es la pescadilla que se muerde la cola. Lo que es evidente es que esta cuestión debería de recibir atención en el ámbito educativo, que trabaja con nuestra futura ciudadanía a edades en las que se establecen las prelaciones de valores y se construye la autoimagen que guiará la elección del futuro profesional. Sólo desde las escuelas y los institutos tenemos el poder de cortocircuitar este círculo vicioso que coarta el desarrollo futuro de la mitad de la población.

Aunque hay algunas iniciativas para visibilizar el papel de la mujer en la ciencia, creemos que este problema tiene la suficiente dimensión como para que protagonice un debate social y, sobre todo, educativo sobre la sostenibilidad del futuro de justicia que queremos alcanzar.



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