EL FUTURO DE LA INVESTIGACIÓN
La “Breve historia de la ciencia española” del historiador de la ciencia Leoncio López-Ocón Cabrera (publicada en 2003 por Alianza Editorial), nos habla de lo que el autor denomina un proceso de «guadianización» para enfatizar la falta de constancia histórica en la creación de una cultura popular de la ciencia, la tecnología y el espíritu investigador en nuestro país. Ya sabemos lo frágil que es la razón ante sus opuestos: el fanatismo y la fuerza bruta; de ambos parece que nuestra historia anda sobrada y mientras hemos tenido periodos en los que ha florecido la práctica científica, algunos de ellos todavía muy desconocidos (para salir de esta ignorancia recomendamos leer el libro citado), han sido seguidos de largas décadas de pulso bajo o casi nulo. El último lapso vigoroso (nos gustaría pensar que fue el penúltimo y que ahora estamos otra vez con el Guadiana en superficie), ocurrió en las primeras décadas del siglo pasado y su máximo exponente fue el brillante premio Nobel Santiago Ramón y Cajal. Esta importante figura no sólo se dedicó a su pasión investigadora sino que persiguió conscientemente el objetivo de sacar a España del atraso científico en relación al resto de Europa. Parece que algo consiguió y todo un conjunto de iniciativas en diversos ámbitos cristalizaron en una generación de investigadores de gran nivel y prestigio internacional: Blas Cabrera, Miguel Catalán, Enrique Moles, Leonardo Torres, Julio Rey, Gregorio Marañón y un largo etcétera.
Algo hemos mejorado en términos históricos pero ahora más que nunca el desarrollo científico tiene un valor instrumental para el conjunto de la sociedad. La ciencia, la tecnología, la investigación y la educación en general constituyen el núcleo duro del futuro de un país. Especialmente la actividad investigadora condensa un conjunto de valores como: autonomía intelectual, espíritu emprendedor, tenacidad frente a la dificultad, espíritu crítico, trabajo en equipo, audacia, imaginación, creatividad, necesidad de una perspectiva positiva ante el error y el fracaso, rigor, precisión, racionalidad, humildad epistemológica, que la hacen candidata privilegiada a ser estimulada desde las políticas públicas por su valor educativo. Cuando impartir desde la Escuela o el Instituto un cuerpo de conocimientos exhaustivo se ha hecho imposible por su volumen, emerge la necesidad de promover educativamente procesos generales de carácter transversal a las disciplinas tradicionales. ¿Qué hay mejor que la práctica de la investigación para conseguir esto? Obviamente hablamos de investigación escolar o juvenil con todas sus limitaciones pero quien piense que su ámbito empobrece los posibles trabajos a desarrollar está minusvalorando la capacidad creativa del profesorado, fundamentalmente, y también del alumnado que ya se está dedicando a ello (para muestra no un botón sino cientos de ellos: hemos publicado en nuestro blog de divulgación científica una entrada especialmente diseñada para poder consultar ejemplos de investigaciones en el aula ya realizadas, para que puedan servir de inspiración a quien la esté buscando).
Tan importante es la promoción de la investigación en el espacio educativo que ya hay comunidades que lo están tomando muy en serio: por ejemplo en Murcia funciona un Bachillerato de Investigación; en Cataluña todo el alumnado de Bachillerato debe de realizar una investigación monográfica, el Treball de Recerca, que debe de ser defendida ante un tribunal, y que en algunos casos puede implicar colaboración con la Universidad, ponderando un 10% de la nota global del Bachillerato. En Andalucía tenemos la experiencia de los Proyectos Integrados a los que no les vendría mal, al menos a nivel de Bachillerato, un toque de la seriedad demostrada por el ejemplo catalán. El hecho es que por diversas vías se pueden avanzar medidas para la mejora de este capítulo educativo. La educación del espíritu investigador será un importante elemento de formación del alumnado de un país y también un entrenamiento precoz en el mismo terreno de juego donde se va a dirimir una parte sustancial del partido del futuro individual y colectivo. Sin duda habrá que prestarle más atención.