Revista Digital de Ciencias Bezmiliana ISSN:1989-497X

CINE Y CIENCIA

 

Manuel Moreno Lupiáñez

Doctor en Ciencias Físicas

 

Dep. Física i Enginyeria Nuclear

Universitat Politécnica de Catalunya

 

¿Qué imagen da el cine de la ciencia y la tecnología? ¿Sirve este género como medio eficaz de divulgación de conocimiento? Salvo honrosas excepciones, el cine está lejos de mostrar una ciencia acorde con la realidad. La imagen del científico que llega a través de las películas, los supuestos teóricos, los laboratorios e ingenios corresponden a un amplio abanico de estereotipos alejados de lo cotidiano. ¿Es necesario que el rigor esté reñido con el entretenimiento?

 

«De los seiscientos mil millones de habitantes de este planeta,

han tenido que escogerme precisamente a mí.»

Harry S. Stamper (Bruce Willis) en Armageddon (1998)

Cine y ciencia, ¿incompatibles?

«El cine se alimenta de ficciones, la ciencia de realidades», apunta el crítico francés J. Jouhaneau (Martinet, 1994). Sin embargo, el cine también se nutre de la realidad y la ciencia necesita la imaginación para avanzar. No se trata, pues, de mundos incompatibles. Por un lado, el cine ha sido un instrumento útil en manos de los científicos: filmación de intervenciones quirúrgicas, ataques epilépticos, etc., como documento de estudio. Por otro, es un vehículo para la divulgación de la ciencia. Sería el caso del cine científico que, con los documentales sobre la fauna y flora, vidas de científicos y actualidad tecnológica han dado lugar, incluso, a canales temáticos de televisión.

Además, el cine va de la mano del progreso científico. Tal como puede observarse, a título de ejemplo, con el paso del cine mudo a las modernas técnicas de sonido, como el THX, bien patentes en las salas de proyección. Así, un género como la comedia musical tiene hitos en filmes como El cantor de jazz (1927, A. Crosland),1 que supone la aparición del sonoro; El mago de Oz (1939, V. Fleming), con la introducción del color y West Side History (1961, J. Robbins, R. Wise), con la aparición del cinemascope. El cine en casa (home cinema); la tecnología digital, con filmes pioneros como Vidocq (2001, Pitof) y La amenaza fantasma (Star Wars II) (2001, S. Spielberg); las técnicas informáticas que han hecho posible el cine de animación, como la pionera Tron (1982, S. Lisberger) y las recientes Toy Story (1995, J. Lasseter), HormigaZ (1998, E. Darnell) y Final Fantasy (2001, H. Sakaguchi), son otras tantas innovaciones tecnológicas que se han visto rápidamente asimiladas por la industria cinematográfica. Y todo ello, sin contar con los notables efectos especiales que, para muchos espectadores, constituyen el ingrediente esencial de esa máquina de generar sueños que sigue siendo el cine.

Pero el cine no es sólo un instrumento de transmisión del saber científico. Ni tan sólo un mero producto de la tecnociencia. Es, también, y sobre todo, un medio de expresión, con sus normas, leyes y lenguaje propio. Lo cual, como veremos, parece dotar a guionistas y directores de cierta patente de corso para presentar, a menudo, una imagen de la ciencia que en nada se corresponde con la realidad.

 



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