Desde el filósofo Descartes un fantasma gobernaba la máquina de nuestro cuerpo. Era nuestra mente a través del pensamiento, la conciencia y la voluntad la encargada de mover los hilos del cuerpo según dictaba de modo libre y autónomo. La realidad espiritual nos gobernaba a diferencia del resto de los animales que eran máquinas sin más. Ese fantasma nos separaba del resto de la naturaleza. Pues bien, se acabó la dualidad cartesiana. Una mujer tretrapléjica a la que se le han insertado unos electrodos en el cortex cerebral maneja un brazo robótico a voluntad. Tal y como hacemos normalmente: queremos ejecutar una acción y la hacemos sin más. La diferencia es que el brazo es maquinal pero sin metáforas de por medio. La voluntad no es algo separado del cerebro: reside en el propio cerebro.

Para más información: El País.