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Carmen Jurado Rubio, entusiasta estudiante de Psicología, ha descubierto fehacientemente algo que no debemos de olvidar: que la ciencia se construye con errores, algunos trágicos como el que ahora nos ocupa, y en algunos casos con evidente mala fe, o directamente insensibilidad y maldad. No sabemos exactamente en cuál de esas categorías militó Wendell Johnson, pero el hecho es que sus experiencias para demostrar la influencia psicológica en el desarrollo de la tartamudez crearon tartamudos artificiales, tartamudos que sufrieron el estigma de su condición y, suponemos, padecieron las risas cargadas de mala baba a las que seguro hemos asistido, o acaso producido, en alguna ocasión (no hay nada más revelador de la fragilidad humana que esa necesidad de aislar y vilipendiar al frágil manifiesto, como si la risa creara un cordón sanitario que nos constituye con la seguridad y la fortaleza de la que carece el humillado). Carmen, ha contado todo este caso, junto con alguna información básica de lo que hoy día sabemos sobre la tartamudez, en un bonito póster que hoy publicamos en nuestra Revista Digital de Ciencias. ¡Enhorabuena a Carmen por su trabajo!

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