El gran truco de la vida no es sólo generar un orden local a partir del ambiente sino también, y sobre todo, perpetuarlo en las siguientes generaciones. De esto se encargan moléculas copistas que leen el ADN a una velocidad de vértigo y con una tasa de errores ínfima. Un grupo de bioquímicos españoles en colaboración con la Universidad de Berkeley ha conseguido estudiar uno de estos prodigiosos dispositivos moleculares.

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Por cierto, recalcamos por nuestra parte que la vida es un orden local que, por supuesto, se nutre de un desorden global de modo que el conjunto ser vivo-ambiente cumplen el segundo principio de la termodinámica como no podía ser de otra manera. Lo decimos porque hemos escuchado en el ámbito de esa versión más presentable que el burdo Creacionismo, llamada Diseño Inteligente, la siguiente afirmación: la vida viola el segundo principio de la termodinámica, ya que éste plantea la tendencia de los sistemas al desorden. Con esa misma lógica que confunde un sistema aislado con uno abierto les diríamos: ¡ y los frigoríficos también!