Proporcionando una técnica de fecundación, sin duda más aburrida, pero en determinados casos más eficaz que la convencional, los trabajos de Robert G. Edwards han permitido que millones de padres y madres hayan podido disfrutar de la magia de los niños. Nos resulta difícil de concebir siquiera que alguien haya calificado esta técnica como mala (éticamente hablando) pero si algo sabemos con certeza es que hay gente para todo.

¡Enhorabuena a Robert y a toda la legión de seres humanos probeta que existen debido a su tenacidad y sabiduría!

Más información: El País

La lucha contra la infertilidad