Revista Digital de Ciencias Bezmiliana ISSN:1989-497X

DIABETES Y TRASPLANTE DE ISLOTES PANCREÁTICOS. ¿FICCIÓN O REALIDAD?

  

El cuerpo humano está formado por 63 trillones de células. Cada célula es una preciosa maquinaria bioquímica que transforma la materia prima en productos terminados. Para llevar a cabo esta labor las células, como las máquinas, necesitan energía. La fuente de energía más importante de las células es la glucosa. Ésta la adquirimos con los alimentos, desde el tubo digestivo pasa a la sangre y de aquí a las células. Como la cantidad de glucosa que ingerimos no siempre coincide con nuestras necesidades, existen almacenes temporales de glucosa en nuestro organismo a los que va a parar la glucosa sobrante cuando tomamos más que la que necesitamos y de donde sale glucosa cuando tomamos menos de la necesaria.

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DIABETES Y TRASPLANTE DE ISLOTES PANCREÁTICOS

 

Existen mecanismos de control muy complejos que regulan la entrada y salida de glucosa de los almacenes temporales y el paso de glucosa desde la sangre al interior de las células. En estos mecanismo participan unas moléculas llamadas hormonas. Cuando estos mecanismos funcionan bien la sangre tiene una concentración de glucosa apropiada. La hormona más importante para que la glucosa pueda pasar de la sangre a las células es la insulina, que es producida por el páncreas en unos pequeñísimos aglomerados celulares llamados islotes de Langerhans, en honor a su descubridor. Estos islotes poseen cuatro tipos de células. La insulina la producen las llamadas células beta.


En los diabéticos tipo I las células beta están total o parcialmente destruidas y por tanto no producen la insulina necesaria. Como consecuencia, la glucosa no pasa de la sangre a las células como debiera. Las células se quedan así sin su combustible por excelencia mientras la glucosa se almacena inútilmente en la sangre sin poder llegar a su destino.


Esta falta de producción de insulina se intenta entonces suplir con inyecciones de insulina lo cual remedia el problema, aunque sólo en parte: no se pueden comparar los preciosos mecanismos de regulación de la glucemia (en los cuales la insulina es sólo un eslabón) con la simple inyección de insulina varias veces al día.


Ante esta situación no es de extrañar que los científicos hayan intentado durante muchos años trasplantar islotes de Langerhans sanos a pacientes diabéticos insulinodependientes.


Esta idea ha encontrado en su camino muchos obstáculos. El más importante ha sido la falta de una técnica fiable para separar los islotes del resto del páncreas. Esta no es tarea fácil si tenemos en cuenta que el millón de islotes que tiene un páncreas representa sólo el 1% de la masa total del órgano (puesto en términos poco académicos es “como buscar una aguja en un pajar”). El resto del páncreas se encarga de producir la mayoría de los enzimas que usamos para digerir los alimentos (es la llamada función exocrina).


La falta de una técnica de aislamiento de islotes ha motivado que durante bastante tiempo la única alternativa fuera trasplantar el páncreas integro. Este procedimiento tiene dos inconvenientes fundamentales: por un lado es una intervención muy agresiva con un postoperatorio difícil y con frecuentes complicaciones y por otro se trasplanta no sólo a los islotes (fracción endocrina) sino también la fracción exocrina, que en los diabéticos es perfectamente normal.


La idea de trasplantar islotes aislados, una intervención virtualmente ambulatoria y carente de complicaciones importantes, fue un sueño inalcanzable hasta que en el año 2000 un grupo de investigadores canadienses, encabezado por el inglés James Shapiro, desarrolló una técnica eficiente de aislamiento de islotes de Langerhans. Esto, junto con un tratamiento diferente al usado hasta entonces para evitar el rechazo, permitió publicar el éxito obtenido en una serie de trasplantes realizados en siete pacientes. Todos ellos consiguieron normalizar sus niveles de glucosa en sangre sin inyectarse insulina, además, dejaron de aparecer las temibles complicaciones de la diabetes y aquellas que ya estaban en curso dejaron de progresar.


Fue tal el impacto que causó esta técnica que muchos centros que ya trabajaban en este campo modificaron sus procedimientos y otros muchos iniciaron programas de trasplantes siguiendo el llamado “protocolo de Edmonton”, ciudad canadiense en la que se desarrolló este trasplante.


España, pionera en trasplantes y con la sociedad más generosa del mundo en donaciones de órganos ha iniciado esta senda y puedo anunciar con satisfacción que el mismo día que escribo estas líneas se ha hecho pública la concesión de una ayuda ministerial, por tres años, a cinco centros españoles para iniciar el trasplante de islotes pancreáticos. Estos cinco centros constituyen la Red Española de Trasplante de Islotes Pancreáticos (RETIP) y son: Hospital Carlos Haya (Málaga), Hospital Universitario de Canarias (La Laguna), Hospital Marqués de Valdecilla (Santander), Instituto de Bioingeniería (San Juan de Alicante) y Hospital Clínico de San Carlos (Madrid).


Es de esperar que con este impulso económico, junto a la labor realizada con anterioridad en estos centros en preparación de infraestructuras y formación del personal, se comience a realizar trasplantes de islotes en nuestro país en los próximos meses y que en un futuro próximo se adhieran otros hospitales a esta red.


Aislamiento de los islotes pancreáticos


Hay que llevarlo a cabo en un laboratorio construido ex-profeso según normas establecidas para que se cumpla el requisito más importante, la esterilidad a lo largo de todo el proceso. Una vez obtenido el páncreas del cadáver se envía al laboratorio sumergido en hielo. El tiempo que transcurre desde su obtención hasta el comienzo del aislamiento (llamado tiempo de isquemia fría) debe ser lo más corto posible pero son aceptables demoras de hasta 10 horas, lo cual permite el envío de páncreas de unos centros a otros. Últimamente se ha observado que la oxigenación del órgano en este periodo mejora la cantidad y la calidad de los islotes obtenidos. Es muy importante que no se pierda la cadena de frío para evitar que los enzimas del propio páncreas lo digieran de forma incontrolada. No olvidemos que el páncreas produce la mayoría de los enzimas de la digestión y estos no funcionan en frío.


El primer paso en el laboratorio es eliminar los tejidos que rodean al páncreas, vasos sanguíneos, grasa y la cápsula fibrosa de forma que solo quede el tejido noble.


A continuación se hace pasar por su sistema de canalículos una solución enzimática fría de forma que todo el espesor del páncreas quede empapado de enzima. El proceso se llama perfusión. La figura 1 muestra un esquema del equipo de perfusión.

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Figura 1. Cámara de perfusión. El órgano es perfundido con la enzima de digestión mediante un doble circuito. Los flujos, presiones y temperaturas se controlan independientemente en los dos circuitos. Una corriente de agua fría procedente del exterior mantiene la temperatura de la enzima a 4


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