Si uno construye un péndulo simple la Naturaleza se revela como un cuerpo ordenado, determinado, predecible, pautado, manejable, una imagen perfecta para insuflarnos una sensación de endiosamiento, control y poder sobre el medio en el que vivimos. Hijos de esta concepción, propia de la Física clásica, han sido algunos de los horrores del pasado y parece que lo seguiran siendo en el futuro. El terror y el asesinato masivo sólo eran maneras de acelerar la inexorable marcha al futuro paraíso que predecían las leyes sociales. O también esconder debajo de tierra la incómoda cabeza que nos avisa de que estamos alterando muy significativamente el equilibrio del planeta:  ¡no seamos cenizos, igual que lo rompemos podemos arreglarlo a nuestra voluntad! El exceso de razón determinista ha producido, y sigue produciendo, auténticos monstruos.

Basta con acoplar el péndulo simple con otro igual adosado en un extremo para que algo mágico suceda: el sistema se vuelve caótico e impredecible. Imposible relajarse ante ese vendaval azaroso que se despliega ante nosotros, se vuelve molestamente incontrolable. ¿Quizás la dosis de humildad que necesitamos para recuperar la prudencia?

Para quien no quiera buscarle tres pies al gato que simplemente disfrute del fascinante espectáculo que viene a continuación:

Fuente: Microsiervos