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La sensación de dolor tiene obvias ventajas para la supervivencia de los seres vivientes. Los aleja de factores que los lesionan e inmoviliza la zona donde se origina, lo que favorece la eliminación del trastorno que lo causa.

En un artículo publicado en el número del 14 de diciembre de 2006 de la revista Nature, un grupo de investigadores liderado por Robert Cox (del Medical Research Institute de Cambridge) describió el caso de un niño que se ganaba la vida en las calles de un pueblo de Pakistán exhibiendo su insensibilidad al dolor mediante acciones como herirse con instrumentos cortantes o caminar sobre brasas. Antes de cumplir 14 años, intentó una hazaña mayor, y se arrojó desde lo alto de un edificio. Ello le provocó la muerte, la que seguramente recibió sin sentir dolor. Un estudio de la familia del infortunado joven permitió detectar que miembros adicionales de ella también eran insensibles a los estímulos que provocan dolor (esto es, padecían de analgesia), e incluso ignoraban lo que éste significa. 

En el mismo artículo, los autores demostraron que la analgesia congénita es una enfermedad causada por la alteración de un único gen, y que la dolencia se hereda de manera autosómica (esto es, el gen defectuoso no está en los cromosomas sexuales X e Y) y recesiva (esto es, para que la enfermedad se manifieste, se requiere haber heredado el gen defectuoso de ambos progenitores). 

Los investigadores que analizaron la analgesia congénita demostraron que el gen en cuestión gobierna la estructura de un canal para sodio, el que resulta indispensable para que las fibras nocioceptivas (de los nociceptores de la piel, responsables de transmitir el dolor) generen el impulso nervioso que provoca la percepción de dolor. 

Autor: Patricio Garrahan 

Fuente: http://www.cienciahoy.org.ar/