Pasado el revuelo inicial que ha hecho famosos a esos fantasmales entes llamados neutrinos ha llegado el momento de hablar un poquito de todo lo escrito y dicho sobre el affaire. Para empezar una anécdota real: mientras hablábamos del tema una profesora compañera nos espetó esta divertida interrogación: “¿estáis preocupados con lo de los neutrinos?”, como si de la salud de nuestros hijos se tratara. Quede clara nuestra postura al respecto: es muy improbable que caiga la teoría de la relatividad pero no es imposible; que no se derriba un edificio tan sólido como éste, del que ha dependido y sigue dependiendo ni más ni menos que el funcionamiento de los conocidos navegadores TomTom, por los resultados de un único experimento; que tendrá que ser repetido por grupos independientes y alcanzar un consenso objetivo y racional sobre la interpretación de los datos una vez verificada su replicabilidad; que en su caso un resultado contrario de todo este proceso a las ideas de Einstein pondría de manifiesto una necesidad de ampliación del rango de validez de la teoría  pero no una refutación sobre los fenómenos y la tecnología que ya actualmente descansan sobre su buen funcionamiento y que creemos que no dejarán de funcionar de golpe; que nada sería más divertido que asistir a una revolución científica en directo con la dosis de misterio por desvelar que nos aseguraría; que a la Naturaleza le es indiferente nuestras preocupaciones y diversiones por lo que finalmente será lo que tenga que ser.

Mientras los físicos despejan la turbidez una pequeña reflexión sobre la legión de pseudoentendidos que pontifican al respecto: no hay ninguna teoría científica, con la única excepción quizás de la teoría cuántica, que resulte más atractiva para toda la caterva de “investigadores” de lo extraordinario, siempre dispuestos a desordenarlo todo para justificar su propio desorden o, lo que es peor, sacar alguna ventaja del caos, que la teoría de la relatividad. Se ha extendido la especie de que los resultados del famoso experimento significan que los neutrinos llegaron a la meta antes de salir: ¡que habían viajado en el tiempo! Pues no, no es así: los neutrinos han llegado unos 60 nanosegundos antes de lo que hubiera invertido la luz en el trayecto, que es una duración positiva. Si echamos un vistazo a las ecuaciones de la relatividad especial una partícula de velocidad superlumínica no tendría duraciones negativas sino imaginarias, en el sentido matemático, y, por tanto, imposibles, en el sentido físico. Lo único que ha viajado más rápido que la luz ha sido la mente calenturienta de los charlatanes profesionales: ya hemos visto el anuncio en televisión a todo bombo del señor Íker Jiménez indicando que trataría en profundidad las implicaciones del experimento, a saber, que aquí están los viajes en el tiempo que son la base científica de todas las supuestas capacidades paranormales que sustentan su, suponemos, desahogado tren de vida.

Por si quieres leer algo más consistente y así defenderte de la superchería de siempre te recomendamos los siguientes enlaces: 1, 2 y 3.