Revista Digital de Ciencias Bezmiliana ISSN:1989-497X
Cecilio BARROSO RUIZ (coordinador)
Francisca MEDINA LARA
Deborah BARSKY
Paul BOUTIE
Louise BYRNE
Sylvie DEGUILLAUME
Sophie GRÉGOIRE
Marie-Antoinette de LUMLEY
Anne-Marie MOIGNE
José Antonio RIQUELME CANTAL
Joaquín RODRÍGUEZ VIDAL
Jean-Louis VERNET

En varias ocasiones, en el Paleolítico Medio, grupos de cazadores se instalaron en la cueva del Boquete de Zafarraya. El análisis de los vestigios abandonados sobre el suelo permite reconstruir ciertos aspectos del comportamiento de los hombres de Neandertal e interrogarnos sobre la función del sitio.

EL HÁBITAT

La cavidad está encaramada en una cornisa rocosa y se introduce en un impresionante promontorio calizo que domina el paisaje a 120 m por encima del thalweg y a 1022m de altitud absoluta. Fácilmente observable, se abre en un relieve escarpado en la base de un acantilado de 70 m de altura prolongandose hacia la base en escombrera. Pese al mal acceso, esta cavidad presenta sin embargo la ventaja de encontrarse en el habitat natural de los animales de roca, en particular la cabra de los Pirineos.
Por el conjunto de estos caracteres, la cueva evoca ciertos abrigos naturales del Sur de Francia elegidos por los Neandertales para su estancia: abrigo Mellira en Baou des Blancs en los Alpes Marítimos, abrigo de Pie Lombard (Alpes Marítimos), las cuevas de Hortus (Hérault), de Salpêtre de Pompignan (Herault), de la Crouzade (Aude) o de Portel (Ariège), así como las cuevas de Fate y de Santa Lucia superior en Liguria o la cueva de Sakaja en Georgia.

DESCRIPCIÓN DE LA CAVIDAD
Aunque se abre a un paisaje grandioso, la parte de la cueva que ha librado los vestigios se caracteriza por su carácter exiguo y sombrío. En algunos aspectos, la conformación de la sala se asimila a una gran y profunda fisura que evoca al de la cueva de Hortus a la que los Neandertales habían elegido como refugio.

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Fig. 1. La mayoria de los restos humanos neandertalenses se han recogido en el sector de la entrada de la cueva. La mandíbula Zafarraya 2, decubierta en la unidad arqueoestratigráfica UE 31 pertenecía a un adulto de unos treinta años.

Con una anchura que varía entre 0.5 y 3.5 my un techo bajo debido a la inclinación de la galería, la configuración del lugar no se presta de ningún modo a un habitat confortable ni a una estancia prolongada (Fig. 1 y 2).
Como en Hortus, la cavidad parece apropiada para un simple alto de caza o, como mucho a campamentos de corta duración destinados a grupos compuestos de un número restringido de individuos.
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Fig. 2. Una treintena de restos humanos, fracturados por el fuego se han recogido en una depresión junto a carbón y fauna, proxima a la pared derecha de la entrada de la cueva

Aunque se abre a un paisaje grandioso, la parte de la cueva que ha librado los vestigios se caracteriza por su carácter exiguo y sombrío. En algunos aspectos, la conformación de la sala se asimila a una gran y profunda fisura que evoca al de la cueva de Hortus a la que los Neandertales habían elegido como refugio.
Con una anchura que varía entre 0.5 y 3.5 my un techo bajo debido a la inclinación de la galería, la configuración del lugar no se presta de ningún modo a un habitat confortable ni a una estancia prolongada (Fig. 1 y 2).
Como en Hortus, la cavidad parece apropiada para un simple alto de caza o, como mucho a campamentos de corta duración destinados a grupos compuestos de un número restringido de individuos.

Aunque más expuesto que la parte profunda de la caverna, el porche ofrece no obstante una superficie habitable de una centena de metros cuadrados.

MEMORIA DE LA EXCAVACIÓN EN EL BOQUETE DE ZAFARRAYA

    Apuntalamiento o muretes. Demasiado dispersas para constituir enlosados, se puede estimar que han sido introducidas de manera fortuita por los cazadores paleolíticos tras sus frecuentes desplazamientos entre el exterior y el interior del habitat.
    Esta ausencia de acondicionamiento, muy habitual en los habitats musterienses, donde no se observa una gestión espacial del espacio doméstico. El registro durante la excavación de cada uno de los vestigios y el análisis de los planos de repartición muestran una distribución aleatoria del material desde la entrada hasta el fondo, sin reagrupamientos preferenciales de los vestigios. Alguna vez se ha podido señalar la    utilización de la entrada de manera preferencial en lo concerniente a los hogares. El conjunto del espacio habitable ha sido utilizado.
    Solo los carbones parecen más abundantes hacia la entrada, cerca del porche, en un sector susceptible de haber albergado hogares.
    Estamos pues en presencia de un hábitat en el que los hombres han morado sin consagrar tiempo al acondicionamiento destinado a  mejorar su confort o de instalaciones técnicas y sin preocuparse de administrar el espacio.

    LA ELECCIÓN DEL SITIO
    Entre las diversas cavidades que ofrece el promontorio, es la cueva del Boquete de Zafarraya, quien pese a sus dimensiones reducidas se     presta más a una ocupación humana. La cavidad, demasiado estrecha y sombría, no parece haber sido elegida por sus cualidades aunque     sí por su localización geográfica.
    Los desplazamientos de los hombres en busca de alimentos pudieron reducirse al mínimo, ya que la cabra de los Pirineos debían poblar     el promontorio rocoso en el que se situa la cueva. Desde el porche la vista abarca varios kilómetros en dirección de un paisaje accidentado,     compuesto de sierras elevadas y de valles encajados en los que debía circular la caza. A 400 m de la cavidad, el puerto de Zafarraya permite     un acceso rápido al polje de Zafarraya, una amplia depresión kárstica rellena de sedimentos cuaternarios. Este puerto debía constituir, en     los tiempos prehistórico, el paso obligado de numerosas manadas de animales.
    La cueva del Boquete de Zafarraya ocupa pues una posición privilegiada que permite el acceso a cuatro nichos ecológicos: los acantilados     calizos, las montañas más o menos abruptas, el polje y el paisaje alomado del flysch de Colmenar-Periana.
    La elección a favor de esta cavidad también pudo ser favorecida por la disponibilidad de sílex accesible en el mismo entorno, aunque de     mediocre calidad. Los cazadores paleolíticos tan solo hicieron un uso oportunista de esta roca, privilegiando los sílex de origen lejano para     la fabricación de sus útiles y que ellos transportaban en sus desplazamientos.


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