Revista Digital de Ciencias Bezmiliana ISSN:1989-497X
                                          
         Si las ventajas de la biotecnología son innegables, cuando se  ponen racionalmente sus resultados  y beneficios al servicio del bienestar individual y  general, no es menos cierto que también   tienen, la  ingeniería genética  mas aún   que  otras biotécnicas, su cara preocupante y  hasta rechazable, la amenaza de allanar la intimidad  más profunda del ser  humano, y de dañar  sus derechos fundamentales, en  definitiva su  existencia, su  dignidad y  su libertad,  por el  presente o  lastrando desfavorablemente  a futuras generaciones. Las  manipulaciones arbitrarias, son  un ejemplo  de lo que podrían  ser sus graves consecuencias. De  ahí que el uso  de algunos conocimientos ligados a la biotecnología, generen la necesidad ineludible de dar respuesta a cuestiones y a problemas sobrecargados de   interrogantes  éticos, sociales   y   legales   relacionados estrechamente con el  ejercicio de aquellos derechos  y libertades.
        De un lado, en lo concerniente a  las personas,  a la humanidad que constituyen, y  a la Tierra en que  habita y le da la vida; por otro, al entender  la ciencia y la tecnología como un patrimonio de la humanidad. Tales se establecen en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), en el Convenio Europeo para la Protección de  los Derechos  Humanos y las  Libertades Fundamentales (1950), en la Carta Social Europea  (1961), en el Pacto Internacional de  Derechos  Civiles y  Políticos  (1966), en la Convención de Asturias (Consejo de Europa, 1997) sobre Derechos humanos y Biomedicina, así  como en    otros Acuerdos, Convenciones  y Pactos Internacionales.  Así  pues, el  equilibrio  preciso para  armonizar dichos  supuestos, obliga  necesariamente  a  que   no  se  lesionen  los  derechos  fundamentales  de las  personas, ni  se genere  un bloqueo  injustificado de  la ciencia  y la  tecnología. Esas exigencias  solo podrán  hacerse  realidad  desde  el  cumplimiento  efectivo  de  principios  específicos y universales, de entre ellos:        
        - el respeto a la vida de las personas, a  su seguridad   y a su protección contra  tratos inhumanos, crueles  o degradantes, sean aquellos físicos, psíquicos o morales.  
        - la autodeterminación, y la responsabilidad de las personas para decidir, con los únicos límites al ejercicio de la libertad a que la Declaración de Derechos Humanos (artículo 29)  y la Constitución (artículo 53 y otros) hacen referenci                        
        - la no discriminación a ningún efecto social, médico, laboral,  contractual etc.            
        - el consentimiento informado y previo a cada actuación, sin  ccionante o inducción alguna, con especial atención  a los derechos de los incapaces jurídicos (menores, etc.)   
        - el derecho a la intimidad, y en especial  sobre los datos genéticos individuales, que implica tanto el derecho del  afectado a saber como a "no saber".                        
        - el respeto al patrimonio genético individual, que no puede ser manipulado  ni modificado en perjuicio  de las personas  ni de su descendencia, ni para seleccionar a los individuos o las razas    
        - el rechazo de la  biotecnología con fines abusivos, exterminadores, bélicos etc.    

       Los avances de la biotecnología, y en especial de la biología molecular,  han aportado una enorme y nueva dimensión en    el estudio de los seres vivos, con repercusiones que de un modo u otro afectan a esferas sociales de muy variado matiz y a las que la ni la ciencia ni la tecnología pueden sustraerse.   
         El  caso es que   la Biotecnología se viene desarrollando y consolidando con gran rapidez, y   nacen numerosas empresas     con  grandes inversiones  económicas   y  considerable incremento de la  investigación.  Asistimos  a una auténtica revolución  biológica e industrial,  en la  que   se utilizan frecuentemente recursos confluyentes (de empresas privadas,  generalmente multinacionales,  de Universidades o de los Estados), movilizadores  de un complejísimo mundo tecnológico y un poderoso mercado  en  campos varios como la industria en general, medicina,  la farmacia,   la alimentación, el medio ambiente etc.. En consecuencia, la Biotecnología es un poder.
       La ciencia y la técnica, se ha repetido  hasta la saciedad, no son en sí mismas buenas ni malas; serán calificadas según cómo se usen, los fines que persigan y las  consecuencias que puedan deparar. De modo que     desde la Bioética  se ha de tener  la lucidez precisa  para establecer con madurez cuanto sea posible,  y    ser capaz  de orientar   las actuaciones en un momento determinado sin resabios ni formulaciones  interesadas; se deberá asimismo reflexionar profundamente sobre como repercuten las decisiones o sugerencias de unos sobre otros individuos, para  lo cual   resultará muy valioso introducir en la reflexión  elementos pragmáticos; también se habrá de valorar, si  pone   objeciones a  algún aspecto  de la ciencia y    las tecnologías, hasta qué punto son aquellas  suficientes para negar a las personas que  no las  comparten, la  posibilidad de  utilizarlas; igualmente se estimulara   al  derecho a la prudencia  y  al necesario     dinamismo y agilidad  para dar su  respuesta válida  y puntual,  sin ir a remolque y a distancia o alejarse de la realidad social

       Recorrimos el trayecto  evolutivo desde los ancestros (con la producción de lascas como primera cultura) hasta el apabullante universo científico y tecnológico que  nos toca  vivir  -tan  a  menudo  escenificado  en  el sensacionalismo,  los fabulosos intereses  comerciales,  el  fanatismo, el  egoísmo  y  la ignorancia-, con  sus sombras  y luces -poder  y sumisión, progreso y miseria-, para  ser la inmensa mayoría víctimas sin hogar, salud, escuela, ocupación ni paz, y confortados  e insensibles verdugos el resto.
       Estamos a tiempo y disponemos de capacidades y medios de cambiar  el rumbo y dirigirnos  por otro verdaderamente humano y  solidario.  Porque junto a  las lacras señaladas hemos acopiado, muy  recientemente y tras reivindicaciones y luchas  sociales  perseverantes,  instrumentos  de  convivencia y valores  -desgraciadamente no siempre atendidos- que  deben ser  el caldo  de cultivo  en que  enmarcar la convivencia pacífica, y en ella la ciencia y la tecnología,  evitando su conversión en nuevos becerros de oro  y dioses arbitrarios.  En la  dignidad y los derechos humanos de ella emanados, la democracia, la Bioética y en el  caso preciso las  normas legales justas, deben  situarse los  conocimientos para ponerlos al  servicio del hombre  y la humanidad, y  no al revés.






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