Revista Digital de Ciencias Bezmiliana ISSN:1989-497X

 LA BIOETICA                                   
           El  término Bioética se debe al  oncólogo estadounidense Van Rensselaer Potter,  por otra parte un impulsor incansable  de esta reciente  materia.  
           Defino la Bioética como
        “El campo o escenario multidisciplinar, intercultural y universal del conocimiento comprometido de forma independiente, social, práctica, y a ser posible  anticipada, con el  análisis informado y la valoración  ética de las repercusiones de  la ciencia y la  tecnología sobre la vida humana y general,  con el  propósito de  orientar a que sirvan de forma efectiva y suficiente a toda la Humanidad, de ayudar a impedir su uso abusivo, y de contribuir a la resolución  adecuada de los posibles conflictos  con la persona, la sociedad y la naturaleza”.
     En suma,  
       “La convocatoria universal del conocimiento dirigida al estudio y deliberación sobre las  aplicaciones  de las ciencias  y las tecnologías desde perspectivas éticas, y a  la formulación de propuestas aplicables para la exigible humanización de aquellas, armonizando su utilización desde el máximo respeto a la dignidad del hombre y a la conservación de la Biosfera”.
      Así  la concibo,  en  particular, no  exclusivamente, porque cuanto sucede sobre la  Gaia de Lovelock, la Tierra viviente, la Matria  según lo veo yo,  se interrelaciona y condiciona,   así  que   la  Bioética,   como  instrumento convivencial, ha  de señalarse  como meta, por  otra parte siempre   variable,  la   armonización   de  los  avances científico-técnicos   con  la   vida,  estableciendo   las orientaciones que contribuyan a  salvar los conflictos que puedan  darse  entre  la  sociedad y  el  individuo  o  la naturaleza   y  los   usos  cientifico-técnicos;   lo  que podríamos plantear  como la  deseable humanización  de las ciencias.
    La Bioética ES, ante todo:
      - Una conducta vital, una filosofía existencial                       
      - Un instrumento civil, social (en otro caso, no es NADA) de suficiencias, a pié de obra
      - Un movimiento cultural mundial (Cultura Bioética) al servicio de la humanidad y la biosfera   

La Bioética NO ES
      - Un barniz o un pretexto                      
      - Un divertimento intelectual de salón
      - Un ámbito para el lucimiento personal
- Un escenario de intereses económicos personales o grupales
         - La Bioética no es un  escenario de diseño. No es un invento, sino el resultado de  una reflexión bien informada, elaborada,  compartida y continuada. La estamos haciendo entre todos.
        La configuración y puesta en escena de la Cultura Bioética es una  OPORTUNIDAD ÚNICA.

         Así que ante todo la Bioética es un    instrumento convivencial que  ha  de señalarse  como meta, por  otra parte siempre   variable,  la   armonización   de  los  avances científico-técnicos   con  la   vida,  estableciendo   las orientaciones que contribuyan a  salvar los conflictos que puedan  darse  entre  la  sociedad y  el  individuo  o  la naturaleza   y  los   usos  cientifico-técnicos;   lo  que podríamos plantear  como la  deseable humanización  de las ciencias.
          Llegados a este punto conviene recordar que  la Declaración Universal de Derechos del Hombre establece que:
     "1.Toda persona tiene derecho a  ....participar en el congreso científico y en los beneficios que de  él resulten” .  “2.Toda persona tiene  derecho a la protección   de  los   intereses  morales   y  materiales   que  le correspondan por razón de  las producciones científicas, literarias o artísticas  de que  sea autora”.
       Lo mismo aplicable  al   artículo 15.1  del Pacto Internacional de Derechos Económicos,  Sociales y Culturales,   donde  "Se reconoce el  derecho de toda  persona participar de  los beneficios del progreso científico y de  sus obligaciones".  
       Los conflictos arriba apuntados   reflejan  la  complejidad  del mundo  actual, complejidad y en la que  debe sumergirse la Bioética y aportar orientaciones útiles,   cuestión nada sencilla, por:  1),  el relativismo ético; 2),  los intereses a menudo en juego, y más o menos larvados o enmascarados, ante los que la Bioética no puede permanecer neutral, pues si apostara sin más por los económicos acabaría en la máquina calculadora, y si lo hiciera por  los aherrojadamente ideológicos o confesionales,   podría abocar  al fundamentalismo, y esas no son su metas.
         La Bioética  incorpora y representa las  orientaciones éticas racionales  aceptadas e  indispensables para  proteger la  dignidad propia de  toda sociedad, supuestos   suficientes (no mínimos simplemente) y sin ninguna presión o influencia   exterior, orientaciones    que  si  bien no  hayan  de ser  siempre compartidas  sirvan  de aplicación común y al interés general:   hablo  de la  denominada    ética civil,   o sea “aquella  cuya validez radica en una aceptación de la realidad una vez que ha sido sopesada,  argumentada y confrontada  con  criterios  de  racionalidad y  procedencia  y  al servicio  del interés  general”.  Esto supone  que  no podremos  sentirnos satisfechos  con  una Bioética  de mínimos  en tanto que éstos no lo sean de suficiencias  en consonancia  con los fines sociales que persigue, más aún si se tiene en cuenta el habitual  quehacer compartido o en equipo  en la  deliberación y  muy especialmente en la toma de decisiones, en los que las distintas concepciones y comportamientos éticos  de mínimos a máximos de sus   miembros podrían desbaratar los objetivos comunes perseguidos.   Para resumir, la Bioética   se exige    una actitud lo más homogénea posible  en los planos práctico y territorial, y en consecuencia  no puede    moverse  en una  banda de  oscilaciones extremas que la  someta a   vaivenes    conductales  ampliamente diferenciables y  al límite de la contradicción entre ellos: ni   ha de  quedarse en niveles bajos fácilmente influenciables y basculables hacia su insuficiencia (y con ello, impropios)  ni tampoco aspirar siempre al     comportamiento  excelente  de todos los seres humanos, sino a  la conducta digna,   ya que  la dignidad humana -aún  siendo   una utopía a cuya    consecución universal  hay que alentar- es en sí misma la elevación suficiente  de la conducta individual, y  hay que conseguir   que   llegue a serlo colectiva;   obviamente, sin que  ello   niegue ni mucho menos y hasta exija  la excelencia   como  meta personal,     profesional, etc.).              
        En definitiva, la Bioética  es  ante todo  un   instrumento civil de arbitraje entre  la   ciencia y la tecnología,  de un lado, y  la comunidad humana  de la que  son  patrimonio,  por el otro. Es una  cadena de  entendimiento   y voluntades relativamente  eficaz,  en la que no  es infrecuente que   fallemos, al no cuidarla   o   al malversarla  con  polémicas  artificiosas  e improductivas; así que, admitiendo que   no   es la panacea para    lograr   siempre el equilibrio razonable para la solución de aquellos problemas,  es  consecuente que la sociedad  se    provea en ocasiones    de  normas   legales   o bioleyes   y acuda al   derecho ("el conjunto de principios, preceptos y reglas a que están sometidas las relaciones humanas en toda sociedad civil, y a cuya observación pueden los ciudadanos ser compelidos por la fuerza") para  resolverlos. Así las cosas,   es preciso   afirmar que no  hay  “problemas de la Bioética”, sino problemas  causados por las aplicaciones  de la biología,  la medicina o las  bioindustrias, los daños al medio ambiente, la calidad de la  alimentación,  el uso y consumo etc.,  sobre los que la Bioética reflexiona y ha de dar respuestas concretas y positivas.                          
         Aquí y allá, con mayor o menor incidencia pero en todos los lugares de la Tierra, se habla, se escribe, se delibera, se debate en los ámbitos públicos, privados, científicos y académicos sobre las connotaciones éticas de las biotecnologías, hasta el punto que se ha ido instalando paulatinamente una verdadera Cultura Bioética,  que  implica una  rigurosa y  objetiva valoración, libre  de  metas  y   apriorismos inducidos, sobre  el  progreso biotecnológico    -lo  que necesariamente  exige determinar  el significado  auténtico del  "progreso" desde  perspectivas positivas para la humanidad-, y hacer  efectivas cuantas medidas de protección  y vigilancia sean   exigibles para que los  avances científico- técnicos sirvan  al  hombre  y  no  le dañen,  sin que   sean  bloqueados  arbitrariamente. Porque si cierto  es que tales avances  suscitan un fundado  recelo, no lo  es menos que ofrecen ya  algunas realidades muy favorables al  bienestar   humano, si  se   utilizan  con  racionalidad   y  sin egoísmo. Tales  pueden   ser, -y  se   cita  este  ejemplo   por  su trascendencia al afectar al hambre que azota a millones de seres y a las necesidades alimenticias futuras  en un Planeta  que desertizamos y contaminamos progresivamente, con    seis   mil millones de personas  y cuya demografía  crece constantemente,  las relativas  la industria  alimentaria. En la agricultura, la   biotecnología  permite   la  creación   de  plantas  resistentes  a las  plagas,  y  su mejor  adaptación  al terreno  de  cultivo y  a las  temperaturas extremas, así  como la  producción de frutos,  cereales  etc., en  mayor   cantidad  y  con  mejor  calidad nutricional; también propicia la conversión en alimenticias de plantas  que no lo  son, eliminando sus toxinas o modificándolas,  como es el caso  respectivamente  de la  hoja  del  tabaco y  ciertas  algas; la  captación del  nitrógeno por los  vegetales sigue siendo  todavía un asunto pendiente fundamental que  ampliará las posibilidades.  En la ganadería, se busca la producción  de carnes más ricas en contenidos alimenticios  y  pobres  en   grasas, así  como  animales  de  rápido crecimiento  y protegidos  contra  enfermedades. Estas actuaciones  y otras  muchas  de  la  biotecnología, si el  ser  humano  quiere  ser merecedor de la  dignidad que se atribuye, han de  tener por destinataria    a la humanidad entera, beneficiándola sin exclusiones, y al mundo en que vive. 



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