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Muy recientemente, un monográfico en televisión española sobre el autismo (La noche temática, 30-8-2008) nos hizo conocer el caso de las mujeres “refrigeradoras” y el psicoanalista Bruno Bettelheim. Bajo el dogma psicoanalítico de la estricta determinación psicológica de todos los trastornos mentales, este psicoanalista postuló, y llevó hasta sus últimas consecuencias, la idea de que el autismo estaba causado por madres frías emocionalmente y padres ausentes. Es decir, ¡echaba la culpa a las madres y a los padres del trastorno de su hijo! El documental aludido recogía testimonios desgarradores de estas madres, que al parecer no eran tan frías, y que vieron literalmente destrozadas sus vidas por una idea aparentemente lógica pero sólo bajo un posicionamiento teórico determinado, que no es cuestionado. Las madres contaban como el psicoanalista las presionaba proponiéndoles que lo mejor para sus hijos era separarlos de ellas y, por supuesto,la mayoría accedían a este horror con toda la generosidad de la que es capaz una madre. El precio que pagaron se lo pueden imaginar.

¿Abandonó estos planteamientos equivocados nuestro intrépido científico al comprobar que su terapia, aún más aisladora que la propia enfermedad, no producía mejoras? Se pueden imaginar que no, ya que justamente el psicoanálisis ha sido criticado por no cumplir el criterio científico enunciado por Popper: poder ser demostrado falso. La teoría psicoanalítica era un globo perfecto capaz de engullir en sí mismo hasta las pruebas en contrario. Por supuesto, hoy día sabemos que las ideas de Bettelheim eran falsas: el autismo es una enfermedad con una importante base orgánica y genética y en su tratamiento las madres desempeñan un importante papel como lazo de unión entre el niño autista y su entorno.

Como antídoto contra el sutil fanatismo presente en muchos casos en la propia actividad científica, recomendamos un libro de la magnífica colección ¡Vaya timo!, en concreto “El psicoanálisis, ¡vaya timo!” De este libro tomamos un pequeño resumen:

El psicoanálisis está repleto de afirmaciones extraordinarias. Freud nos dice cosas como que los bebés tienen una vida sexual muy activa, o que la mayor parte de los niños a la edad en que empiezan a acudir al colegio están enamorados de sus madres y desean matar a sus padres, o que las niñas envidian el pene y los niños temen ser castrados. Muchas personas creen que las afirmaciones del psicoanálisis pertenecen al campo de la ciencia y que debemos creerlas, por extraordinarias que nos resulten, porque han sido científicamente demostradas. Sin embargo —afirman Carlos Santamaría y Ascensión Fumero, autores de este libro—, ni Freud ni sus seguidores demostraron jamás ese tipo de afirmaciones, ni con pruebas extraordinarias ni con indicios relativamente razonables. El psicoanálisis ha lanzado al mundo las ideas tal vez más sorprendentes sobre la psicología humana, pero no lo ha hecho tras considerarlas probadas. Estas afirmaciones son a veces simplemente falsas y otras sencillamente indemostrables…

¡Ojo, que sabemos de buena tinta que todavía hoy quedan profesionales de salud mental de orientación psicoanalítica echando la culpa a padres y madres de trastornos graves como los alimentarios!