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El mar, pese a su inmensidad, no es inmune a la actividad humana. Aunque actúe como un gigantesco sumidero de CO2, sufre sus consecuencias: en los últimos dos siglos, el mar se ha vuelto más ácido (en las zonas estudiadas, su pH ha pasado de 8,1 a 7,7 en una escala que va de 1 a 14). Y el efecto ya se nota. Investigadores de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y colegas del Consejo Australiano de Investigaciones han descubierto que esta variación disminuye la capacidad reproductiva del erizo de mar (Heliocidaris erythrogramma) en un 25%.

El trabajo, que ha sido recogido por la web del Servicio de Información y Noticias Científicas (www.plataformasinc.es), explica que con esa variación, el esperma de los erizos (una especie muy vulnerable a los cambios en el entorno por su escaso desplazamiento) pierde un 25% de su movilidad. Además, la producción de larvas baja hasta un 75%.

Aunque se trata de un estudio reducido, los resultados podrían ser extrapolables a otras especies. Otros trabajos sobre el plancton (las enormes aglomeraciones de microalgas y larvas o animales diminutos que son la base de la cadena alimentaria de los océanos) muestran una sensibilidad similar.