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A finales del verano la cubierta de hielo en el Polo Norte era de solo 42 millones de kilómetros cuadrados. Una cantidad mínima en los registros que lleva a cabo cada dos años la NASA desde 1978. Es una disminución del 38% respecto a la media a largo plazo, y una reducción del 23% respecto a la anterior medida (en 2005).

Como recoge Science News Online este fenómeno es coherente con los observado durante las últimas décadas: una disminución del 11% anual en la extensión de la banquisa (capa de hielo flotante) y una disminución también en el grosor medio de la banquisa de más de un 20% en los últimos 20 años. Sin embargo hay otros factores “extraordinarios” que han influído en el registro inusualmente bajo de este año.

Uno son las anomalías eólicas, que han supuesto fuertes vientos de verano, empujando grandes masas de hielo hacia mar abierto, además de una fuerte erosión de los hielos (y su consecuente adelgazamiento). Además la temperatura del mar ha sido 3,5ºC mayor que la media de los registros, lo cual ha favorecido la fusión del hielo en los extremos de la banquisa, sobre todo.

Los científicos destacan el efecto de retroalimentación de estos fenómenos: una menor superficie de hielo reduce el albedo (energía reflejada), lo cual provoca un aumento de las temperaturas, que a su vez disminuye el grosor y extensión del hielo.

Autor: Gabriel A.

Fuente: www.genciencia.com