Ojo con mantener aquello de que la cara es el espejo del alma, ya que, si ves el siguiente vídeo, el alma del tierno infante sería de plástico y silicio. Va quedando claro que nuestra identidad y esencia tiene su sede en el cerebro y, por ahora, éste sólo ha sido imitado parcialmente, e incluso en algunos casos superado (hace tiempo que el campeón del mundo de ajedrez es una máquina), pero ni de cerca se ha diseñado algo que se le parezca en términos globales (con la excepción quizás del supercomputador Hal de la magistral película 2001 Odisea en el Espacio que se resistía con circuitos y dientes a ser desconectado).

Clásicamente se ha considerado como argumento contra la inteligencia artificial la imposibilidad de que las máquinas expresen o sientan emociones. Sin entrar en difíciles disquisiciones sobre la diferencia entre expresar o sentir, el vídeo puede contribuir a que las supuestas barreras infranqueables vayan perdiendo algo de su nitidez.

Visto en: Abadía Digital